Gabriel

Extraño estar montado en un árbol comiendo mango. Me hace falta, pero uno tiene que desprenderse, soltar, buscar nuevas aventuras, cosas nuevas, dejar eso a un lado ya.

Yo no tenía pensado salir de Venezuela, pero lo hice por mi hija. Ella necesita un futuro y Venezuela no se lo daba. Yo ya no pienso en mi, sino en mi hija y en lo que yo tengo que luchar para que ella siga mi ejemplo. Toda la semana pasada estuve soñando con mi hija, entonces cuando te levantas y te das cuenta que estás solo, sientes que se te parte el alma. Ya me quiero traer a mi familia.

El viaje a Ecuador fue emocionante. Estaba feliz porque era otra vida. ¿Sabes lo que es sentir paz? En Venezuela queremos paz no pelea todos los días. No se lo deseo a nadie lo que está pasando ahorita en Venezuela. Es triste porque tú no sabes cómo decirle a un niño hoy no hay comida, mañana sí, hoy no hay nada para comer, espérate.

Yo salí de mi país por 10 años. Me fijé esa meta. En los 10 años quiero conseguir estabilidad y poder ofrecerle algo a mi madre y a mis hermanas. Tengo 5 hermanas y soy el único varón. No es fácil ganarse la moneda verde pero tampoco es imposible.

Soy soldador y en Venezuela trabajé en una empresa productora de aceite de palma, primero en la parte civil y luego en la fabricación de calderas. Es lo que más me gusta, siempre mi familia ha sido soldadora. Trabajaba con oxígeno y gas, cortando hierro y todas esas cosas. Absorbía el calor y mi cuerpo se adaptó a temperaturas de 40 grados centígrados.

En Venezuela, vivía a 6 horas de la capital, en Portuguesa. Estudié ingeniería mecánica hasta primer año. Tengo cuatro años de casado, vamos para cinco. Nos conocimos en la universidad. Ella sí se gradúo de ingeniera en agro-alimentación, producción animal y vegetal; yo no terminé. Yo trabajo en lo que me pongan; también dibujo y hago cuadros. Ahora, hago tatuajes y a parte de eso me compré un carrito de comida rápida en 190 dólares. Voy a vender comida de aquí, bolones, empanadas de verde, corviche y muchines.

Yo siento que le ponen mano dura a uno sabiendo cómo está la crisis en Venezuela. No te dejan trabajar en la calle. Hay ese temor de que te quiten así tan fácil lo que te costó tanto tiempo reunir. Ese es el único miedo que tengo yo. Me acuerdo cuando Venezuela estaba bien y muchos ecuatorianos emigraron hacia allá y consiguieron trabajo y papeles fácilmente. En mi país hay bastantes ecuatorianos, yo incluso tengo una tía que es ecuatoriana.

Me gusta Quito. No sé por qué, pero me gusta demasiado Quito. Los fines de semana salgo a conocer, a caminar, voy donde los amigos, el fútbol en el parque de la Carolina, en El Ejido, pero más que nada en El Ejido. Cuando llegué todo era muy lento para mí porque allá vivía a una velocidad muy distinta. Yo me crié en una zona violenta. Gracias a mi papá y mi mamá, que me dieron una buena educación y siempre me pusieron mano dura, no elegí mal. Yo pienso que todo sería muy distinto si la economía estuviera bien, si hubiera estabilidad.

¿Soy feliz acá? Sí, porque hay otro aire y no hay violencia como allá pues. Andas caminando tranquilo en las calles y qué más felicidad que esa. Allá en Venezuela te sacan una pistola con 36 balas y si te pones loco, te la descargan. Allá en la calle por cualquier cosa te matan. Aquí todavía tiene la gente tanta inocencia, en Venezuela no.

Cuando votaba me llamaba la atención el pensamiento del presidente Chávez. Yo voté por él y voté por Maduro, pero yo no sabía de política pues. No sé por qué hacen eso porque si quieren ser recordados por la historia, haz un buen trabajo para que la gente te recuerde con orgullo, no con odio. ¿Crees que al presidente de Uruguay lo recuerdan con odio? La idea es ser recordado en la historia, no ser odiado en la historia. A mi me gustaría que me recuerden como un trabajador, como alguien que luchó y dejó algo estable para la familia, que digan: ‘él se fue, migró y mira todo lo que trajo, mira todo lo que obtuvo, no estudió, pero mira por todo lo que luchó’.

Foto: Pamela Corrales