Max

Mi nombre es Maxwell A. De Jesús, tengo 32 años, nací en la capital de Venezuela y viví allí hasta hace unos cuatro años cuando por idea de mi esposa, decidimos dejar todo para comenzar de cero en nuevas tierras. Por falta de pasaje directo a Quito-Ecuador, recorrimos por tierra desde Buenos Aires (que fue el pasaje que pudimos conseguir), pasando por Chile, Perú, y finalmente llegamos a Ecuador. El viaje duró más de un mes porque en cada lugar permanecimos algunos días explorando el entorno, observando que tan buen o mal lugar era para vivir.

Buenos Aires es una ciudad cosmopolita, con mucha cultura y exquisita comida pero lleva el karma de la política mal llevada y sus consecuencias económicas. En Chile conocimos la ciudad de Concepción, está a ocho horas aproximadamente de la capital; es muy bonita y tranquila pero el problema que observamos en Chile es el alto costo de vida en comparación con nuestro destino final.

En Ecuador encontramos un clima agradable, una economía técnicamente estable y oportunidades de comenzar de cero con un futuro prometedor. Acá yo y mi esposa estamos casi cuatro años y ambos tenemos empleo y bastante estabilidad. Yo me formé como traductor en la Universidad Central de Venezuela y además hice yoga y capoeira algunos años. Estando acá me resultó más rentable dedicarme a los oficios más que a mi profesión y por eso ahora soy profe de hatha yoga.

En lo personal me gusta viajar y conocer nuevos lugares así que la idea de migrar me llamó más por ese lado. Sin embargo, mi esposa ya se sentía una extranjera en su país, es decir, no comulgaba con casi nada del entorno social cada vez más afectado por la política sucia, los discursos descabellados, la violencia, la impunidad, la corrupción en todos los ámbitos y una creciente intromisión del estado en la vida diaria por la escasez. Hoy pensando en retrospectiva, puedo decir que me siento feliz de que hayamos salido de Venezuela pues aprovechamos oportunidades y experiencias que de haberlo hecho más tarde, no habríamos podido.

Actualmente es realmente difícil conseguir un pasaje de avión incluso para vuelos nacionales y ni hablar de los internacionales; la economía cada día sorprende de lo bajo que puede llegar. Lamentablemente es básicamente supervivencia más que vida lo que se ve en Venezuela, país donde está mi familia y que en el pasado abrió las puertas a migrantes que llegaron de todas partes del mundo. De Venezuela salieron libres pensadores que dieron libertad y luces a la región latinoamericana.

Hoy siento que puedo salir libremente a hacer mi día a día. Es raro, en ocasiones mucho de lo que vivo y veo acá lo siento cercano a cómo era Caracas tal vez hace una década o unos quince años atrás. Sin embargo, no tengo ansias de volver a mi tierra porque ya siento ésta como mía; de hecho, creo que ser migrante te enseña algo muy profundo y es que “tu tierra” no tiene fronteras, esas las impusieron otros, tampoco tiene banderas ni himnos, pues eso nos separa. En realidad, sólo tenemos un planeta, su canto el soplar del viento y las aves, el correr de las aguas.

Consejos para los que llegaron no hace mucho

Por favor, si decidiste migrar sé responsable y prepárate bien. Conoce bien el lugar al que vas, averigua cómo es la gente y su economía y pregúntate qué oportunidades reales posees allí. ¿Será que tu profesión o tu oficio tendrán oportunidad de competir?

Ten algo de dinero ahorrado para que no pases penurias mientras consigues empleo y lo más importante de todo, no denigres a quienes te reciben. Tu no llegaste a colonizar ni a enseñar a otros tu cultura “superior”, al contrario aprende lo máximo que puedas de la casa a la que llegas y hazte amigo de todas las personas. Recuerda que el mejor banco del mundo es el banco de amistades y el mejor capital una gran sonrisa.