Milvia

Vengo de una familia de migrantes. Mi abuelo fue un migrante: se fue de Italia a Venezuela en barco, después de la Segunda Guerra Mundial. Él era enfermero del ejército italiano y se encargaba de los heridos de la guerra. Mi abuelo viajó primero y después se vino mi nonna, juntos montaron una zapatería.

Yo soy venezolana italiana y ahora estoy aquí, en Europa. Hace dos años que vivo en Valencia, con mi esposo y mis dos hijas. Yo tenía proyectado venir pero quería que las niñas estuviesen un poquito más grandes para que pasaran, por lo menos, los primeros años de su infancia con la familia.

Mis Padres trabajaban en la universidad. Recuerdo las vacaciones de agosto, la vez que viajamos a la Gran Sabana y después para la isla de Margarita. En mi casa siempre había mucha gente y comida. Yo llevaba a mis amigos a estudiar y las puertas estaban abiertas para todo el mundo. En la época de universidad, las cosas fueron cambiando un poquito porque mi madre se jubiló y comenzó a sentirse sola en casa. Luego empezó el movimiento revolucionario y lo que teníamos se fue derrumbando pedacito a pedacito. Cuando Chávez ganó por primera vez, mi mamá nos sacó el pasaporte italiano a todos, como previendo. Al poco tiempo, todo empezó a resquebrajarse y esto me causa demasiado dolor en el corazón porque son recuerdos que los quiero mantener intactos. Nosotros nos reuníamos muchísimo en familia y ahora todos estamos regados por el mundo. Esa unión se perdió y creo que esa es una de las cosas que más pesa, la familia. Se destejen hilos con unos y con otros se hacen más fuertes, pero esos otros son pocos.

Yo soy ingeniero civil y mi esposo también. Nos conocimos en la universidad y después de siete años nos volvimos a encontrar. Mi madre murió en febrero de 2009, al poco tiempo regresé a Madrid para culminar mi máster y en diciembre de ese año nos casamos en dicha ciudad. Luego regresamos a Venezuela, nos establecimos y formamos una familia.

En Venezuela vivíamos bien. La situación que se sentía en Venezuela era como estar viviendo en una burbuja. Tenías tu casa, tu carro, las niñas estaban en el colegio, íbamos al club, compartíamos en casa con la familia, pero era una burbuja. Yo prácticamente trataba de brindarles a mis hijas un mundo que no era real. Teníamos almacenado papel higiénico, harina, azúcar.. y en momento dado, la escasez empezó a ser una carga muy pesada. Todo inició con la leche y los pañales de las niñas. Nuestra vivienda parecía una casa de almacenaje porque todo era comprado por bultos y a sobreprecio. Pero seguíamos viviendo y tratábamos de viajar porque nos salía mucho más económico viajar y comprar afuera lo que necesitábamos, que hacerlo dentro del país.

Poquito a poco fuimos sintiendo la crisis. Después fueron los recortes de luz por 3 o 4 horas al día y sin luz no teníamos agua. Y bueno, me empezó el agobio. Yo no podía salir, caminar y entonces me fui sintiendo presa en mi propia casa. Tenía todas las comodidades pero no tenía vida y yo no quería eso para mis hijas. Eso lo tenía bien claro y por eso planificaba los viajes para conocer ciudades clave, fuera de Venezuela.

Hice un estudio durante dos años sobre qué ciudad sería la perfecta para nosotros. Lo primero era el idioma, segundo el clima, tercero que hubiera universidades y cuarto, súper importante, que tuviera playa. Fuimos a conocer Estocolmo, Copenhague y Múnich. Después, en otro viaje vinimos acá a Valencia. Conocíamos Madrid y Barcelona pero no queríamos esas ciudades porque eran muy grandes. Sabíamos que los trabajos en Valencia no eran como en Madrid o en Barcelona, pero fue en Valencia la única ciudad donde nos sentimos identificados con tantas familia con niños, porque nosotros andábamos con nuestras dos hijas, con dos cochecitos … Aquí vimos muchos niños, parques, el río y la playa.

En julio de 2016 volvimos a Valencia de vacaciones. Yo tenía planificado quedarme por un mes y mi esposo, por el trabajo, tenía que regresar a Venezuela antes. Pero dos familiares muy cercanos fueron víctimas de la violencia, y comenzamos a sentir la inseguridad en la vida real; entonces todo te cambia, ya no piensas igual, ya no sientes igual; ves que eres más vulnerable de lo que alguna vez te imaginaste y comienzas a pensar que no puedes proteger a tu propia familia y que no le puedes dar la libertad que se merece. Así que mi esposo, a los 5 días de regresar a Venezuela, me dijo que me tenía que quedar en Valencia si lograba matricular a las niñas en el colegio. Matriculé a las niñas, renté un piso y empezamos vivir.

Mi esposo regresó en diciembre y nos asociamos con una pareja española-argentina. Creamos una marca de ropa y abrimos una tienda que funcionó durante solo un año. En ese momento empezaron una serie de cuestionamientos porque habíamos puesto todas nuestras expectativas en este proyecto. Empezaron muchas disyuntivas sobre qué es lo que vamos a hacer, qué es lo que nos depara el futuro… Nos dimos cuenta de que no hay piso firme y que el piso firme nunca existe sino que, me imagino, uno se lo va haciendo a medida que camina. Estamos a la espera de que algo pase pero no sabemos qué. Es una situación muy rara porque allá en Venezuela todo era muy seguro, muy estructurado, teníamos todo súper planificado y aquí no sabemos nada de nada.

A mediados de mayo de este año conseguimos trabajos en el área comercial. Ahora, creo que, después de 2 años, estamos haciendo raíces aquí. Estamos viviendo como vive la gente acá en España, aprendiendo a vivir al día a día. La verdad es que no estábamos acostumbrados a esto.

Yo me he adaptado, veo a mis hijas y me siento tranquila. Mi esposo me dice que no sabe por qué yo me siento tan de aquí, y yo le respondo porque creo que he hecho un vínculo afectivo muy fuerte con las personas que tengo aquí cercanas. No extraño nada de Venezuela y no tengo planes de volver. Yo no quiero perder mi libertad, es que mi libertad es ver a mis niñas jugar tranquilas. Tú me dices, qué prefieres, vivir como estás viviendo ahora o lo que tenías antes; yo te digo, yo me quedo con esta elección. Lamentablemente no tengo a mi padre ahora aquí pero yo sé y él también sabe, que yo estoy mejor aquí. Mi hermana muy pronto estará en Valencia. Mi hermano está en Londres y su esposa va a dar a luz el próximo mes. Todos estamos regados por el mundo.

Este año, me di el mejor regalo que me podía dar: estuve en un curso de pintura en acrílico en la universidad popular. Hice mis clases de pintura que me encantan, me llenan y me nutren. También estuve dedicada a desarrollar el proyecto que mañana presento en la agencia valenciana de turismo, que creó un programa de fomento a emprendedores. Mi propuesta es seguir con mi agencia de viajes orientada a un mercado específico y con innovación tecnológica.

Puedo decir que soy feliz pero mi felicidad depende mucho de mi familia y si mi familia está contenta, yo también lo estoy. Mi madre siempre había querido que nosotros viajásemos, conociésemos, aprendiéramos otras culturas y nos adaptáramos a lo nuevo; por eso me envió a los 17 años de intercambio a Canadá. Cuando uno está afuera, lo que necesita es mucha capacidad de adaptación.

En el futuro me imagino a mis niñas grandes y estudiando en el mismo colegio. Yo quiero seguir en la empresa donde estoy trabajando, tener a mi papá y a mi hermana aquí y que mi esposo consiga un trabajo de ingeniería, porque él es feliz si está trabajando en lo que le gusta.

Tengo un recuerdo muy especial: fueron unas vacaciones en Italia cuando pasé un mes entero en el pueblo de mi nonno. Tenía 11 años. Me acuerdo que fue el primer vislumbre de libertad porque ahí me dejaban sola y yo iba a la plaza, agarraba una burrita que estaba allí y que se llamaba Roberta, veía los carritos en una tienda de juguetes y luego me iba a casa, me comía un pan con nutella y me ponía a ver televisión. Nadie me decía nada, me acuerdo de eso claramente. No era como en Venezuela: no salgas, no entres, no corras, mira qué peligro.. Yo creo que esos fueron mis primeros vislumbres de libertad, de verdadera libertad. Es mágico. Esa es la libertad que quiero que disfruten y vivan mis hijas, éste es el momento, es el ahora lo que realmente importa y mi ahora es Valencia, y para mi es la libertad.