Luis

Yo nunca escuché a mis amigos decir que se iban a Brasil, a Chile y menos a Ecuador. Había gente que viajaba a Panamá o Aruba, pero eran personas con mucho dinero que realmente tenían las posibilidades económicas para salir del país. El resto nos quedábamos y seguíamos con nuestras vidas. Pero desde el año 2015 todo cambió y empecé a quedarme sin amigos. Ya no era la clase alta la que se iba, sino la clase media que vendía todas sus cosas para poder pagar los pasajes. Así empezó el éxodo hasta llegar al punto en que ahora, la gente sale caminando de Venezuela. Quienes están saliendo ahora lo hacen para sobrevivir; salen porque no hay otra opción, excepto una sola: huir del país. Lamentablemente, lo que está pasando en Venezuela es una huida de personas salvándose, salvando a su familia.

Yo tomé la decisión de salir en septiembre de 2015. Trabajaba como presentador de noticias en el canal de la Asamblea Nacional, un canal oficialista absolutamente dependiente del gobierno. Una semana antes del proceso electoral para elegir a los asambleístas, ya sabíamos que el gobierno iba a perder ese espacio a manos de la oposición. Entonces, yo no sabía qué iba a pasar con mi futuro profesional porque las transiciones en Venezuela no son pacíficas. Además, no me sentía identificado con el canal donde estaba, había mucha represión política y comunicacional; sentía que no se alineaba a mi ética periodística y por eso, decidí renunciar en vivo. Textualmente recuerdo cada palabra, no titubeé y creo que lo único que sostuve fue la firmeza de querer salir del canal. Dije: amigos y amigas, yo me despido; aprovecho la oportunidad para desearles una buena tarde y para comunicarles que será hasta otra oportunidad que nos veamos, hasta hoy estaré trabajando como presentador del noticiero porque me rehúso a seguir cobrando 5600 bolívares quincenal -que para entonces el cambio era 3 dólares-. Afortunadamente, me dejaron decir todo esto, creo que al director no le dio tiempo de cortarlo.

Mi renuncia en vivo causó una convulsión en el canal y en los medios. Mucha gente lo tomó como que yo estaba, de alguna forma, alimentando el proceso electoral. Muchos comentaristas decían que gracias a lo que hice, se descubrió lo que pasaba en el canal y que eso influyó en los resultados electorales. Sin embargo, yo no me sentía identificado con el gobierno, tampoco me sentía identificado con la oposición. Cuando leía las noticias del telepronter, tenía la habilidad de quitar los sustantivos que el oficialismo usaba para calificar a la oposición, que eran tirano, anti demócrata, opositor. Intenté siempre ser imparcial, intenté porque ocasionalmente tuve la presión de usar el lenguaje sensacionalista de la televisión alineada al gobierno.

Luego de renunciar, bloqueé mis redes sociales y solamente escribí un artículo que se llama A qué renunciamos, donde decía que renunciamos a lo tóxico, a lo que no nos gusta, a los que no queremos o no estamos de acuerdo en seguir. Empecé a recibir llamadas de Univisión y de Telemundo pero no di declaraciones por temor a ser perseguido. ¿A dónde iba a ir? No tenía ni una visa, ni 100 dólares.

Esperé a que las cosas se calmaran pero yo sentía que había una persecución política. Cuando renuncié, yo trabajaba paralelamente en otros canales, como redactor de noticias y corrector de textos; y estos canales me bloquearon, me rechazaron. Entonces decidí salir de Venezuela.

No tenía a nadie cuando llegué a Quitó, solo sabía que era dolarizado y que el presidente era Correa. Afortunadamente encontré trabajo a los 15 días de estar en Ecuador. Mi primer trabajo fue ayudando a vender los libros del famoso psicólogo Ramón Torres, que tiene 7 millones de seguidores. Luego estuve casi un año y medio organizando eventos. Fue una experiencia súper linda, súper interesante y todos los días le doy gracias a Dios que tengo una historia positiva que contar de la inmigración.

Recuerdo que al poco de llegar al Ecuador, aquí hubo un proceso electoral que fue observado por la comunidad internacional y generó una serie de movilizaciones. Yo fui uno de los primeros que protestó en el Consejo Nacional Electoral, exigiendo que se recontaran los votos. Me sentía tan identificado, no tenía miedo por ser extranjero y protestar, pero sí sentía mucha tristeza cuando la gente gritaba “somos Ecuador no somos Venezuela”.

Yo creo que la única forma de poder entender y defender al migrante es haber sido migrante en algún momento de la vida, no hay otra forma. Nadie que no haya salido del país y haya vivido lejos de su familia va a decir «yo entiendo lo que te pasa”, porque es mentira. La gente que deja lejos a su familia, pasa fechas importantes sola, no tiene el apoyo de su mamá o de su papá y no tiene la oportunidad de abrazarles todos los días, es la gente que realmente va a entender lo que realmente está pasando ahorita en Venezuela.

Me da mucho gusto cuando la gente me pregunta si soy de Guayaquil. Cuando quiero explicarles que soy de Venezuela digo no, cuando no quiero contar de dónde soy y ahorrarme toda la conversación, digo sí, soy de Guayaquil. A veces, la gente que viene a mi casa espera que yo les haga arepas y no, a mi nunca me gustaron las arepas y no porque sea venezolano, tengo que llevar una arepa en la cabeza. En ocasiones, me dicen “a ese presidente deberían sacarlo”. Ya lo he escuchado tanto que yo les respondo de forma irónica: qué buena idea, yo creo que a ningún venezolano se le ha ocurrido eso. También me preguntan por qué salí de Venezuela. Escuchar esta pregunta todo el tiempo me lleva a reaccionar mal porque todo el mundo sabe la situación de Venezuela. Yo pienso que le gente debería hacer preguntas un poco más profundas, como qué se siente dejar tu país.

Ahora, yo me siento en casa, tranquilo pero nunca le temo al cambio. Creo que la estabilidad y la tranquilidad te generan una zona de confort que a mi me da miedo. Me gusta el cambio, no sé, quizá por ser un millennial. También me encanta la parte creativa, hacer, construir y generar ideas. Soy periodista audiovisual y creo que aquí se puede potenciar la televisión, con formatos más abiertos, creativos y dinámicos. Bueno, siempre me gusta fantasear con eso de cambiar las cosas en la televisión local, entonces creo que estoy en el lugar indicado.

Creo que mi mayor aprendizaje de esta experiencia es que hay que abrazar a las madres lo más que se pueda, abrazar a los tuyos mientras los tengas cerca porque yo voy una vez al año, pero hay quienes tienen varios años sin visitar a su familia en Venezuela. Yo me sentiría feliz con mi familia aquí pero cuando son personas mayores que han hecho toda una vida en un país, cuesta mucho que salgan. Mi mamá siempre me decía de pequeño, “esta es mi casa, aquí voy a morir”. Entonces, sacarlos de allá es complicado y tengo que respetar sus decisiones.

En Venezuela, yo tenía un status que había alcanzado trabajando desde los 15 años. Hice cursos, pasé horas en la biblioteca, di clases, tuve el momento para formarme y alcancé una posición que puede alcanzar la gente que trabaja por ello. Era profesor universitario, narraba noticias; el trabajo me encantaba, sentía que me iba bien, era feliz. Tal vez no hubiera dejado el país, tal vez me hubiera dedicado a seguir creciendo en el área política, me gustaba mucho el tema de derechos humanos.

Yo espero que en Venezuela pase algo. Sé que hay mucha gente que dice que uno no puede esperar una intervención internacional, pero la situación en Venezuela es realmente dura. Yo no sé cómo está viviendo la gente en Venezuela, pasan cosas que nadie merece. Cada vez que voy, siento que el país retrocede diez años y eso para mí es preocupante porque mi sobrino y hermanita están creciendo ahí. La infancia en Venezuela es una infancia triste, con problemas de desnutrición y de salud. Nadie merece un país así. La juventud, la gente con energía que quiere hacer cosas, saltar, bailar, reír y soñar, ya no está en el país. Y si están en una situación como la mía, va a costar que regresen.