Ana Laura

Mi historia comenzó el 22 de julio de 2017, cuando decidí vender todo lo que tenía para comprar los pasajes y viajar al Ecuador con mi pareja. La situación de mi Venezuela era insoportable. Llegamos a Quito con tan solo $80 dólares, que nos alcanzaron para alquilar una habitación por un mes y para invertir en jugo de naranja que vendíamos en un semáforo, desde las 7 de la mañana hasta las 3 de la tarde. En el semáforo, había paisanos nuestros vendiendo otras bebidas y hermanas ecuatorianas que vendían frutas. Ellas hablaban poco. Al tercer día, las vendedoras ecuatorianas se acercaron y nos dijeron que debíamos irnos de su semáforo. Nosotros no les hicimos caso y para evitarnos problemas, tratábamos de vender lo más rápido. Pocos días después, un cliente me pidió un jugo de naranja y al salir corriendo a atenderlo, una de las vendedoras ecuatorianas me empujó. También me dijo que era una usurpadora y que me fuera de su país. Yo indignada por su empujón y sus amenazas, le golpeé la cara en defensa propia. Los demás vendedores, empezaron a venir hacia mí con palos y machetes y tuve que salir corriendo. Quise colocar una denuncia pero el policía me dijo ellas siempre ganaban. Nos fuimos del sitio y no volvimos a vender jugos.

Pedimos trabajo a un señor que tiene un taller de guitarras, bandolinas y otros instrumentos de madera. Él nos dio la oportunidad de trabajar por tres meses. En ese tiempo, logramos salir adelante y nos mudamos a un mini departamento. Compramos nuestras cositas: una cocina, una nevera y una cama. En vista de que estábamos bien, recibimos a nuestra familia que quería salir de Venezuela por la situación crítica. Primero vinieron mi hermano y mi cuñada. Luego recibimos a dos chicas, compañeras de la universidad, que se pusieron a vender arepas. También alojamos a mi hermana y a mi mamá, que quería saber cómo estábamos. Mi hermana trabaja en una casa de familia donde le tratan súper bien, se puede decir que la adoptaron. Mi mamá trabajó por dos meses como costurera y regresó a Venezuela a estar con mi papá. Mi papá es militar retirado hace años de la guardia nacional y ahora es comerciante. Vende café trillado porque mi abuela tiene una hacienda de café, en realidad vendía porque ya nadie compra café, todo el mundo toma agua con azúcar y limón porque es lo que se puede comprar.

Trabajé en una ferretería por un año con un señor que siempre me hacía propuestas indecentes y a mí eso no me gustaba, me sentía incómoda. El señor tenía problemas con la bebida y un día me envió un mensaje de texto diciéndome que ya no quería que trabaje más en la ferretería. Me despidió porque yo siempre hice caso omiso a sus propuestas indecentes de salir con él, de acostarme con él y cosas así. Yo le respondí que me iba porque no iba a permitir que me acosara. En vista de que tengo visa y cédula, fui a colocar una denuncia por despido intempestivo en el Ministerio de Trabajo. La ley me amparaba pero me exigían un abogado que tramitara la cuestión. El abogado que me busqué me pedía $400 dólares anticipados para hacerse cargo del caso. Como no tenía ese dinero, yo dije que sea lo que dios quiere y que él se encargue del dueño de la ferretería. Me correspondían $2700 dólares aproximadamente porque me tenía que pagar décimos, vacaciones y además me pagaba diariamente $12 dólares, menos del sueldo mínimo. La gente sabe que nosotros, los venezolanos, por la crisis y todo lo que estamos viviendo, no vamos a decir que no a ningún tipo de trabajo y nos conformamos con lo que nos ofrecen.

Yo soy enfermera y atiendo ocasionalmente a unos pocos pacientes que un médico ecuatoriano que conozco, me refiere semanalmente. Yo voy a sus casas, los atiendo y cobro pero no es como tener un trabajo fijo, algo seguro. Me medio mantengo con eso mientras mi pareja paga todo. Por eso, hace dos semanas decidí regresar al taller de las guitarras, donde me gano $10 dólares diarios y me dan el almuerzo. La verdad no tengo nada que decir del señor Juan, el maestro del taller, porque nos ha ayudado bastante. Cada vez que necesitamos, le pedimos trabajo y nunca nos ha dicho que no. El señor Juan ayuda solamente a venezolanos, no tiene ni ecuatorianos ni colombianos trabajando en su taller. Él dice que estuvo en Venezuela y sabe lo que perdimos.

A diario añoro y sueño con ir a mi país porque nada es como el país de uno. Aquí te tratan indiferente, te echan malos ojos, te dicen palabras obscenas y tú tienes que quedarte callado. Luego del caso de femicidio que cometió el venezolano en Ibarra, las cosas se complicaron. Al día siguiente, yo tenía que entrar al taller de guitarras a las 7 de la mañana. Tomé mi autobús y creo que, en total, estábamos unos cinco venezolanos en el transporte. El resto de pasajeros eran ecuatorianos, que miraban y comentaban el video que registra cómo el chico mata a la chica. Nosotros estábamos calladitos porque, por desgracia, fue un venezolano el que cometió el crimen. La gente empezó a decir cosas como “son unos malditos, que se vayan de nuestro país, son escoria”. La situación en el bus se puso intensa, entre todos los venezolanos nos mirábamos y uno dijo que debíamos bajarnos. Recuerdo que al momento de bajar, una señora me empujó y empezó a insultarme. Gracias a dios, soy una mujer atlética y no me caí porque salté del primer escalón del bus hasta la acera de la parada. Dentro del bus, todos gritaban “son unos malditos” y nos señalaba. Desde ese día, yo agarro taxi para ir y venir. Yo vivo encerrada. Hoy es domingo, mi día libre, pero no quiero salir. El resto de la semana voy solamente del trabajo a la casa, de la casa al trabajo.

Yo me gradué de Licenciada en Enfermería en la Universidad Rómulo Gallegos. Trabajé en el hospital de La Portuguesa – Guanare y en la clínica Razzatti. Mi área  de especialización es Trauma-shock y cuidados intensivos. Cuando salí de Venezuela, estaba muy mal informada de cómo podía trabajar como enfermera en el Ecuador. La persona a la que pregunté, me dijo mal las cosas, me indicó que podía ejercer solamente con el título apostillado. Resulta ser que cuando fui al Senescyt, necesitaba presentar 32 documentos, a parte del título apostillado. Tengo amistades que me están haciendo los papeles, pero me cobran. Para ir a la universidad a buscar los papeles tuve que pagar $170 dólares. Desde que llegué estoy haciendo trámites de papeles y la buena noticia es que ya tengo 27 documentos y creo que me falta poco para poder consignar todos los papeles.

Cuando logre registrar mi título, yo creo que sí voy a salir adelante adelante porque ya ganando como licenciada, podré tener una vida mejor. Tengo 31 años y quiero tener un bebé pero no puedo porque apenas nos alcanza para comer. ¿Qué le vamos a dar ese niño? Pienso que por el momento no debo traer un hijo al mundo porque lo ideal es que crezca en un ambiente sano y saludable; así como vivimos no quiero tener un niño, quiero que mi hijo tenga todo lo que nosotros tuvimos.

Mi pasaporte vence el 19 de febrero y tengo tantas preguntas que la embajada venezolana no responde, así de sencillo. La gente que no tiene papeles no puede sacarlos porque el proceso dura años. Yo tengo una amiga que hizo el trámite de renovación del pasaporte en la embajada. Ella lleva dos años de espera que le llegue su pasaporte nuevo y anda indocumentada. A mí me da miedo ir a la embajada de Venezuela y que me pase lo mismo que a mi amiga. No sé si la visa de trabajo que tengo actualmente puede sustituir al pasaporte vencido.

Nosotros los venezolanos tenemos muchas cosas para dar. Si a mi me dieran la oportunidad de trabajar como enfermera lograría salvar muchas vidas porque hay cosas que el entrenamiento y la práctica te enseñan. He visitado muchos hospitales donde necesitan personas que realmente sepan coordinar o llevar un departamento. Nuestro propósito aquí es ayudar y ayudarnos.

De hecho, además de ejercer como enfermera quiero dar clases de autodefensa personal a niñas de 7 años en adelante. Practico las artes marciales desde los 9 años y no pierdo la disciplina. Es importante que las niñas sepan defenderse de tanta violencia que hay. Aquí los hombres son muy machistas.

¿Soy feliz? No, sinceramente no.